a Claudia y Arturo.
Al final de cada otoño
el frágil cigoto
deshoja sus pétalos,
como para no morir ignorante
cuando todo es angustia
de los dientes hacia adentro
y de los dientes hacia afuera.
Por cada célula hay un número,
una cifra que crea un comportamiento
y finalmente una regla.
Hasta ahí nos enseñaron,
y uno con la boca árida
languidecía la sonrisa,
de manera que no se dislocaban los cuerpos
sino de miedo.
Voluntad de oficio inacabado,
las hambres se repartieron
como una maravillosa gema
intransferible,
que deslumbra la materia,
la pone a hervir
a sabiendas de quien la reclama su propiedad.
Yo crecí como las mandrágoras,
en un vientre cualquiera
y digo vientre por no decir
basurero, jaula, incendio.
Y por cada una de mis células
me enseñaron un Dios,
algunos eran despiadados
como un grito de guerra alemán,
otros eran torpes
como los albatros de Baudelaire.
Me he hecho de dos buenos amigos
en mi gestaciones,
dos deidades oxidadas
que tuve que desenterrar de sus deplorables templos.
Selene,
Diosa de la noche y sus bondades,
rehén de la manía ética
por negar sus deltas,
por creer que todo camino debe tener forma
y porte de camino.
Ella, devenir sin orillaje.
asfixia intermitente
de hombres viudos
y de fascistas y de autistas
y de su hibrida pronunciación.
Exuda como una perra amputada de ovarios
La venérea antófaga
de las Magdalena apriedadas hasta el desquicio,
chupa de las costillas de tú Adán
las primeras letras de tú ultraje emancipado.
Hermosa, como un templo en llamas,
eres es la flor genital
en donde quisiera el hombre
hacinarse
Princesa de los sidarios,
eterno celo,
eres orgía entre los vivos
que lamentan su celibato
con púas y con espinas opresoras.
Quien haya cometido con su carne
La desobediencia animal
Debe saberte su cómplice.
Su virgen.
Su habitación,
Porque en tu oscuro calabozo
Se silenciaron las bocas
Que hablaban evangelios
Cuando las vaginas santas
ladraban desde sus claustros.
Ares,
Dios belicoso de los amores anarkos,
tus magulladuras son los estigmas
que el santo testaferro no advirtió.
Tus arterias se encrespan
como un Vesubio punk
meando cascos policiales,
orando a punta de garabatos
el éxodo de una conciencia
que ha persistido
en los niños brutales,
terrorista desarmado
sin vertebras ni gobierno,
angustia incendiaria,
abriste el hocico para hablar sin tabúes ni mordazas
el sereno lenguaje de la violencia
que se entendía, antes de ti
de los Olimpos hacia arriba.
Alumbra en las poblaciones
como un pez de las profundidades,
inyecta la subversiva ígnea
en las psiquis famélicas,
desolla las cascaras
que bañan de rubias vestiduras
a los demonios democráticos.
Analfabeta insurrecto
Que tiñe las banderas de rojo,
Que afila los colmillos
de los patriotas huachos.
Ciudadanos,
he aquí el secreto de la creación,
no ha habido antes de vostros,
energía alguna que haya tomado forma de guerra,
levantate, pues,
saca a los palestinos invernantes
de sus mezquitas,
no niegues los ligamentos
que hacen impune a tu cordura,
estuja el camote
sobre tus hueichafes,
y dile al tiranos que eres gota sedienta
en el veneno duro
que les dará la abdicación.
Así,
30 lunas dormirán 30 infartos,
el cigoto ha de intoxicarse,
ha de aprender a arcadas despavoridas
como destruir las columnas
del marchito vuelo,
ya recorrido,
incluso antes de emprender el viaje a su muerte.
Sabrán las noches pronunciar su apellido
cuando lo vean entregarse a sus mareas,
sin preguntar por herencias ni moralejas,
viajando por los tendones de su asco declarado,
amparado por la Luna
y por la necesidad inmensurable
de ser tempestad sin cuajo
en el bagaje de los delincuentes.