lunes, 20 de diciembre de 2010

Allanamiento.

Con marcha de animal extinto
avanzan los escuadrones
que visten de corcel apocalíptico,
traen las grasas emulsionadas
por el afanoso celar cortesano
de la asamblea y sus dominios.
Vinieron a mansalva
con injertos de piel de perro en el rostro,
con los ojos apretados,
henchidos de patria nueva.
Con los ojos gritando de heroísmo
vinieron a depurar el germen lastre del recreo marginal
yertos, en su equinoccio
asaltaron por los talones al vendedor del baile negro,
del trance que culta a otro Dios,
que induce al estertor vivo del asombro insome,
que contorciona las hambrunas
que rajan el espinazo de la miseria regia.
Yardas de entraña desierta.
Torrejas de tigre encerrado.
En su ignorancia de enardecido guardián,
celoso de las moneas del buda sobre la mesa,
muerden la mortaja tibia del glorioso traficante,
arrastran por el vidrio nocturno
los cuerpos que danzantes del dolor,
salpican tierra con los bototos
y vindican las restricciones sociales
mediante el cloro hervido de sus venas.
Cumplida su patriótica encomienda
regresan a sus mesas como alacranes,
ceban su desgaste
y se masturban pensando en la borrachera noche
de justicia y zarpazo.

Con cariño para las Cochinas y su valiente labor de abastecedoras.