miércoles, 28 de septiembre de 2011

Gestaciones


a Claudia y Arturo.


Al final de cada otoño

el frágil cigoto

deshoja sus pétalos,

como para no morir ignorante

cuando todo es angustia

de los dientes hacia adentro

y de los dientes hacia afuera.

Por cada célula hay un número,

una cifra que crea un comportamiento

y finalmente una regla.

Hasta ahí nos enseñaron,

y uno con la boca árida

languidecía la sonrisa,

de manera que no se dislocaban los cuerpos

sino de miedo.

Voluntad de oficio inacabado,

las hambres se repartieron

como una maravillosa gema

intransferible,

que deslumbra la materia,

la pone a hervir

a sabiendas de quien la reclama su propiedad.


Yo crecí como las mandrágoras,

en un vientre cualquiera

y digo vientre por no decir

basurero, jaula, incendio.

Y por cada una de mis células

me enseñaron un Dios,

algunos eran despiadados

como un grito de guerra alemán,

otros eran torpes

como los albatros de Baudelaire.


Me he hecho de dos buenos amigos

en mi gestaciones,

dos deidades oxidadas

que tuve que desenterrar de sus deplorables templos.


Selene,

Diosa de la noche y sus bondades,

rehén de la manía ética

por negar sus deltas,

por creer que todo camino debe tener forma

y porte de camino.

Ella, devenir sin orillaje.

asfixia intermitente

de hombres viudos

y de fascistas y de autistas

y de su hibrida pronunciación.

Exuda como una perra amputada de ovarios

La venérea antófaga

de las Magdalena apriedadas hasta el desquicio,

chupa de las costillas de tú Adán

las primeras letras de tú ultraje emancipado.

Hermosa, como un templo en llamas,

eres es la flor genital

en donde quisiera el hombre

hacinarse

Princesa de los sidarios,

eterno celo,

eres orgía entre los vivos

que lamentan su celibato

con púas y con espinas opresoras.

Quien haya cometido con su carne

La desobediencia animal

Debe saberte su cómplice.

Su virgen.

Su habitación,

Porque en tu oscuro calabozo

Se silenciaron las bocas

Que hablaban evangelios

Cuando las vaginas santas

ladraban desde sus claustros.


Ares,

Dios belicoso de los amores anarkos,

tus magulladuras son los estigmas

que el santo testaferro no advirtió.

Tus arterias se encrespan

como un Vesubio punk

meando cascos policiales,

orando a punta de garabatos

el éxodo de una conciencia

que ha persistido

en los niños brutales,

terrorista desarmado

sin vertebras ni gobierno,

angustia incendiaria,

abriste el hocico para hablar sin tabúes ni mordazas

el sereno lenguaje de la violencia

que se entendía, antes de ti

de los Olimpos hacia arriba.

Alumbra en las poblaciones

como un pez de las profundidades,

inyecta la subversiva ígnea

en las psiquis famélicas,

desolla las cascaras

que bañan de rubias vestiduras

a los demonios democráticos.

Analfabeta insurrecto

Que tiñe las banderas de rojo,

Que afila los colmillos

de los patriotas huachos.

Ciudadanos,

he aquí el secreto de la creación,

no ha habido antes de vostros,

energía alguna que haya tomado forma de guerra,

levantate, pues,

saca a los palestinos invernantes

de sus mezquitas,

no niegues los ligamentos

que hacen impune a tu cordura,

estuja el camote

sobre tus hueichafes,

y dile al tiranos que eres gota sedienta

en el veneno duro

que les dará la abdicación.


Así,

30 lunas dormirán 30 infartos,

el cigoto ha de intoxicarse,

ha de aprender a arcadas despavoridas

como destruir las columnas

del marchito vuelo,

ya recorrido,

incluso antes de emprender el viaje a su muerte.

Sabrán las noches pronunciar su apellido

cuando lo vean entregarse a sus mareas,

sin preguntar por herencias ni moralejas,

viajando por los tendones de su asco declarado,

amparado por la Luna

y por la necesidad inmensurable

de ser tempestad sin cuajo

en el bagaje de los delincuentes.

viernes, 15 de julio de 2011

Disonancias

En algunas atmosferas aún el ruido de las fábricas

que nos trajeron a la puerta de la cama

se parece a las sinfonías lunares

que los poetas-clichés escribieron,

porque incluso en sus almas henchidas

de un jugo similar a la leche cefalorraquídea

hubo noches en que se desollaron a la intemperie

y dieron luz al grito barraco de su deseo.

Un Cerbero resurrecto de mi infancia

cruzará todos estos pantanos en búsqueda de ti,

para abrir tus venas de polo a polo,

para alimentarse de tus hemorragias,

para ser destrozado por tus jugos gástricos.

Despierto.


Mi habitación es fría como una camilla de hospital,

las fabricas que nos trajeron a la puerta de la cama

son de un rugido mártir,

una mujer en parto,

y aún así todo se impregna de una melodía

que arpa la elasticidad de mis tendones.

Todo aquello que tenga una naturaleza sonora

me llama a ir en tu encuentro.

Tu voz,

atreves de los mantras terrenos y de los cantos islámicos

es la cámara de tortura en la cual quiero recostarme.

En mis silencios se enciende una antorcha,

vuelvo a ver mis manos y a abrigarme la espalda,

pero nada profiere mejor mi desangramiento

que el sonido desesperado de un suicida

al sorber su cicuta.


Necesité,

como se necesita oler sal

para invocar la playa en nuestras copas,

un árbol para gastar mis uñas,

necesité también infestar mi pecho

con tu fragancia de eterno duelo,

de carne cruda puesta bajo la llave del agua,

sempiterno adolecente,

te necesité como se necesite a un Dios.

Con una rabieta de lactante nazareno,

con una carcajada de asesino radiante

me hubiese dado por conforme.

Ahora,

a instantes de la eclosión

un nuevo hijo de perra en mi estomago,

comprendo,

eres como la melodía de las tumbas al abrirse.

Me siento y escucho.

miércoles, 13 de julio de 2011

Apetitos.

Todo se ha evaporado,

los anhelos por muerte más cercana

en la penumbra se disipan.

No quepo en mi propio cuerpo,

un caucho de sangre vieja

oprime las voluntades.


Todo se arrulla,

como si de carne fueran las manos

y no pudiesen más que rosar volúmenes,

como si no pudiesen sino tocar.


Nadie se mueva,

ni un paso adentro de este hervidero de bocas famélicas.

Los anhelos robustos,

inducidos a su anorexia ciega,

cuando debían dormir en el aborto encefálico

asoman como si la mala yerba en las panderetas

para cantar su veleidosa defección.


Nadie se mueve.


Un poeta ha muerto

aún antes de ser amamantado por Rimbaud

convaleciente,

fue acerrado al calvario,

sus manos infértiles

trasplantaban números

y trasplantaban letras

desde una superficie a otra,

trasplantaban difuntos,

y encendían las velas

que le iluminaban el camino de regreso

a las camas de los hijos de puta.


La pequeña iglesia hipócrita

guio sus dedos

por las vaginas sangrientas,

y por los pergaminos de Judas.

Aprendió a salivar fuego

Cuando le enseñaban a gritar patria,

Pero no.

El dese movió demasiados continentes

hacía el despeñadero,

y fue carcomido

por su imposibilidad devanada al ser.

No debe.


Excreta tu miseria.

Besa la luz.

Que Cristo se ría en tú cara,

profeta desértico.


Todo se desborda,

una mano oprime su último vigor

para clavar su bandera

en el hocico abierto de una mujer preñada.

Mañana algún otro joven humano

buscará en el instante venidero

la sustancia gloriosa que crece como moho

en las mentes iluminadas.



lunes, 11 de julio de 2011

Peñascazos

El joven lobezno

escupe la mordaza que mamaba

como pecho de madre vieja,

rompe su crisálida

y las campanas sordas

lo llaman desde su tumba,

he aquí el infierno macerado de su mente

que se derrama igual que sangre marchita

en las puertas de su cúpula,

¡Ah la tierna habitación que le diera cobijo!

desde donde la luz seca

de los pedagogos

irrigaba nuestras cabezas

ahora deja ver el suelo inferil de su jardín.


Tráiganle ortiga para lavar las sabanas,

y celebrar la constricción maldita desde la propia celda.


En su albedrío mártir

emprende el viaje hacia el averno,

siglos de prisión circundan el paisaje de su infancia

y entonces el buril que esculpía

el sello de su lapida esboza su desamparo.

Abre el ojo sangrante de su herida,

una historia de impávido zarpazo

se desnuda como una mujer hermosa

de un repente a su impericia.


Tan enfermo el sonido de sus pasos

aún danza raso al caminar de los que recorren el sendero que abandona.


El rostro adolescente

avanza frente a las vitrinas

como una bestia engrifada por la luz del sol,

su mirada de calvario constante,

el dolor sin forma de todo un cardumen

se disemina por la cuneta,

fluye por los cordones umbilicales

hasta los ríos

y se apodera cardiaco del océano áspero.


Recoge los fragmentos recortados de tu cerebro,

compañero estudiante,

que la flecha que tú mano aprieta

lleva también mi nombre,

déjame acompañarte en esta transe

que el cuerpo arpado de la prostituta especulativa quiere tupir,

más allá de su publicidad genital

el embrión anestesiado despierta de su pereza

ladrillo por ladrillo

levanta las vertebras de esta insurrección amada,

que vino a ensuciar la sapiencia sublime.


No huimos de la partera,

que rasga la hendidura para sembrar el trigo y para sembrar el pan,

ni nos atemoriza el trayecto subyugado

al que nos llevan sus tridentes,

nos aqueja una orfandad artera,

que dormía en algún lugar de este circo.


Nos infectaron el alma.


Nos violaron el alma.


¡Pronuncia esta semblanza, carne roedora!

que tus bototos crispen los adoquines

y despierten al macizo ausente

que reposa sus veleidades en el veneno

que baña las copas que el gobierno ofrece.

Todas las pequeñas torturas

concurran a gritar este suplicio atroz

y pongan a hervir el fuego

que desde su mano se arroje,

certera su ruta

hacía el palacio reculiado.

Ábranse las puertas de todos las paraísos venidos,

el pueblo acalambra su pluma,

untada en sangre de cóndor

y escribe la última hoja de la historia material.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Retrato hablado de una adolecente suicida

Vomitaste una amasijo de carne humana y cerveza,
Un asesino anterior a Caín ha venido en tu auxilio,
el viste ese olor a mujer castrada que se resumas
con amatistas rojos.
Baila otra vez,
virgen de los nihilistas,
tu asesinato ya ocurrió antes,
se hermosa frente a tus verdugos,
muéstrales que tu alma respira y sangra la misma incertidumbre
que carcome los colgajos de cuero mohoso que cubren tu osamenta,
tus pesadillas perpetran una oscuridad lejana a las amantes
en la gloria de ser depredada. Y cazada. Y destrozada,
ellas trascienden la angustia insomne de los desamparados,
ellas ansían sus embalsamaje,
besan a sus torturadores
y vuelven a la cama,
pero tu,
Alma en pena de la periferia chica
fuiste la primera viuda
en cerrar el candado de su perrera,
lo entendiste con poderosa estupefacción masculina.
Algo se quema en tu interior,
su ardor escapa por la herida abierta de tus genitales
aún sangrantes después de la ultima caricia,
ese brillo misterioso de medusa abisal
en el medio de un iglesia llena de ojos
que ansían recolectar un alma como la tuya,
Mortal.
Grasosa.
Pútrida alma masculina en yeso ,
trísate ante nuestra omnipotencia,
ellos te violan cada eclipse
para perpetuar en tus entrañas a tus custodios,,
no quieren ceder la empuñadura de tu daga,
no quieren ceder la potestad de tu deserción
porque esa ciencia no puede ser comprendida
a las cuencas de tu esencia nodriza,
ellos quieren partirte con la yema de sus dedos,
quieren sentir tu rompimiento,
Te creen Hueca.
Toma el escalpelo y desgarra tus brazos.
Las piernas se te tuercen
Las mareas inundan el sótano horroroso donde se abrió el abismo,
Tu cerebro está ubicado en este instante en el centro de la creación,
Una estocada más,
no puede haber horror mas grande que la inmanencia,
una estocada más
y por un segundo
todo
tendrá
sentido.